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jueves, 2 de diciembre de 2010

El western




El western


"¿Quién me dirá las palabras inútiles, quién me compensará la sangre y la indecisión?"


Fernando Pessoa

"Porque existen muchas posibles muertes
Como existen muchas posibles vidas,
la vida de las cartas, 
la vida de los sueños, 
la vida de las imágenes,
la vida de las palabras que no se dijeron...
como siempre."



Silvina Ocampo



Florece en la ventana con fondo de noche la cara de Cisco Kid. Tiene el sombrero caído hacia un lado, la niña apenas le ve la cara. Ha venido montado a caballo para llevarla. La niña, en la cama, aprieta ahora el oso azul, mientras, afuera, en el comedor, el hombre y la mujer discuten. El corazón le hace tic-tac, tic-tac, tic-tac. Muchas veces durante el día la mujer se mira al espejo y repite: me parezco a María Félix. A veces lo hace mientras se maquilla. La niña no conoce a la actriz. A los tres años la niña tampoco sabe por qué su padre le dice gouge mientras le acaricia el pelo. Apenas él dice esa palabra la niña reacciona y dice: ¡no, no! Y aparta la mano grande de su cabeza mientras el padre sonríe.
Ahora la niña duerme o finge dormir. Casi es una experta en esos avatares de la simulación. Mientras, afuera, el viento arrastra las hojas secas de los árboles, golpea las ventanas, se desinfla sobre el techo y un gato maúlla con cierta congoja. La noche se adelanta en la habitación y la oscuridad es una buena pantalla para proyectar imágenes mientras ellos gritan en el comedor. Hace unas horas apenas la niña ha estado dando vueltas en la calesita del parque subida a un caballo de madera mientras una mujer, se besaba incansablemente con un hombre. Tal vez es necesario ahora llamar a Matt Dillon. El hombre tiene el revólver listo y ella llora, grita suplica y la niña no puede dormir. Matt Dillon es un hombre alto, de linda cara y no se parece a ningún tío ni primo. También es hora que Cisco Kid montado en el caballo blanco entre a la casa para hacer justicia. Tal vez sería mejor

Batt Masterson para salir de aquí. Batt Masterson más elegante y fino, con el sombrero hongo y el bastón. La música es más linda. ¿Sería mejor llamar al llanero solitario? Con su antifaz y con su traje negro, pedirle montar con él en su caballo y salir de aquí para siempre. Y mientras en el comedor la discusión sube de tono Cisco Kid entra en la habitación de la niña y se acerca. Ahora sí puede verle la cara. ¿Podrá salvar a alguien Cisco Kid? ¿Podrá llevar a la niña lejos de ahí? Cuando la niña pasa con su madre junto a una funeraria ve los caballos quietos, para llevar a los muertos al cementerio los adornan con plumas negras. Las terribles pisadas le dan miedo. A esos caballos de los muertos es mejor olvidarlos. La única yegua que conoce la niña es la que lo arrebató de su hogar al abuelo. Y antes de seguir preguntando alguien le explicará que no es una yegua sino una mujer, y que esas cosas ocurren a gente que se llama igual que ellos pero ellos no son, sino que son otros. Tal vez sería mejor llamar a Matt Dillon. Las voces han subido de tono, la niña se baja de la cama y con la oreja apoyada en la puerta escucha una vez más: -Te lo juro, dice ella. Te lo juro, por la nena, estuvimos toda la tarde en la calesita.
Ahora no se oye más que un sollozo ahogado de mujer implorándole a él que guarde el revólver. La niña vuelve a la cama y se tapa con las sábanas. Cierra los ojos y emprende  
el largo viaje una noche más. Esta noche lo hará con Cisco Kid . Monta con él en su caballo blanco, galopa rápido rumbo al Gran Cañón, a la espera del disparo final.







(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados 

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