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jueves, 14 de noviembre de 2013

Relato: Un sábado a la tarde*



Un sábado a la tarde*

* relato de la Serie Tardes de madres


Planifiqué ese fin de semana. Estaba ese sábado y domingo sola con mis hijos. En realidad, sola es un decir. Íbamos a pasarlo en el club, seguramente iba a haber mucha gente. Habría muchos chicos y también muchos grandes. Compré unas témperas, acrílicos, papeles para dibujar y unas telas chicas, de unos veinte por veinticinco centímetros con bastidor para pintar. Era verano, mientras ellos jugaban a la pelota con otros chicos yo podría pintar. Ese era el plan: desenchufarme del trabajo de toda la semana, mirar los pájaros y las flores y pintar. Pero dicen que uno propone...
Habíamos terminado de comer, era un día espléndido y yo me había ubicado en una mesa cerca de unos árboles, a la sombra y me disponía a dibujar y a pintar. También preparaba los colores, los pinceles, las telas. Mis hijos jugaban más o menos a unos doscientos metros de distancia. Podía concentrarme en lo que estaba haciendo, no tenía necesidad de estar mirando todo el tiempo cómo jugaban. En eso se acercó  a mi un chico de unos nueve o diez años. Se llamaba Tadeo o algo así y a veces jugaba con mis hijos.
- ¿No jugás a la pelota?
- No - dijo él.
- ¿Por qué?
- Porque no tengo ganas.

El chico  miraba las témperas, los lápices y los acrílicos, interesándose cada vez más en lo que yo iba a hacer. Empecé a pensar que habría un cambio de planes...
- ¿Y por qué no tenés ganas?
- No sé...¿para qué son esos colores?
- Voy a pintar...
- ¿Qué vas a pintar?
- Algo que voy a dibujar...

Tadeo se quedó mirando lo que yo hacía, acercándose más y más a la mesa donde estaba. El padre, un hombre grandote, muy alto,  me miraba de lejos, observándome.
Me pareció que sería muy egoísta de mi parte no invitar a Tadeo a que dibujara algo, estaba muy interesado.Le di unas hojas de papel, un pincel y algunos colores para que hiciera lo que quisiera. Pero el tema no era ése. El chico estaba aburrido, la madre se había ido a caminar por ahí y el padre estaba mudo en otra mesa.
Después de un largo rato, el padre se acercó y se sentó en una mesa cercana y también miraba lo que yo hacía.  Seguí dibujando algo, mientras los pájaros cantaban y la luz del sol se asomaba entre las hojas de los árboles.
- ¿Qué tal? - dijo el hombre.
- Bien...
- ¿Te molesta?
- ¿Quién?
- Tadeo...
- No, para nada...
- Los estaba mirando...
- Ah, ¿si?
- Sí...
- En realidad tu hijo se acercó, le pregunté por qué no juega a la pelota con mis hijos y con los otros chicos.
- Vos tenés un hijo que se llama igual a otro hijo que tengo yo...- dijo el padre de Tadeo.
- ¿Y dónde está tu hijo?
- Lejos, muy lejos...
- Sí, ¿pero dónde?
- En un país lleno de nieve... me da tristeza ¿sabés?
- Ah...
- Casi nunca hablo de eso...
- Claro...
- Es de un matrimonio anterior, se fue con la madre y se quedó allá, con ella... hace años que no lo veo...
- Ah...
- Tu hijo me hizo acordar a él, cuando escucho que lo llamás, me acuerdo...
- ....
- Tu hijo hizo un dibujo...
- Sí...
En eso llegaron mis hijos, cansados de jugar a la pelota, transpirados, querían tomar algo, iban a seguir jugando. Limpié los pinceles, guardé los colores, le dije a Tadeo que se había terminado por el momento la sesión de pintura y me senté con mis hijos a comer algo. El color del cielo estaba cambiando, el verde de las hojas de los árboles se había oscurecido, ya no era tan luminoso. El río se agitaba a lo lejos, el sonido del tintineo de  las veletas de los barcos era cada vez más rápido.