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lunes, 27 de febrero de 2012

Extraños en la noche de Iemanjá - novela (fragmento)




























Sentada en uno de los sillones, cerca de la ventana, un cuadro en la noche de cielo oscuro, iluminada por estrellas y llena de presagios, de nuevo Lila lee un poema de Eluard:

"La courbe de tes yeux fait le tour de mon coeur,
Un rond de danse et de douceur
Et si je ne sais plus ce que j´ai vécu
C´est que tes yeux ne m´ont pas toujours vu.

Il faudrait bien que tu ne m´oublies pas,
Il faudrait bien que je sois hors du monde
J´ai peur de n´etre que par ce poème
Ou bien même par ce ciel changeant".
1


Afuera, en la arena húmeda retoza el mono, corre hacia el mar, moja las manos en el agua y vuelve a la casa. Lila cada tanto mira al mono por la ventana. La rodea el silencio interrumpido sólo por el ruido de algunos tambores lejanos y el silbido del viento. El cielo se ha vuelto gris plata como un telón de acero, como si la lluvia fuera a caer en cualquier momento. Lila vuelve a leer el poema de Eluard escrito en mil novecientos y algo, y se pregunta si lo escribió antes o después de separarse de Gala. Esas tres figuras, Gala, Dalí y Eluard circulan en su mente.
Como tantas otras cosas. Había dejado la novela que estaba escribiendo por algunos minutos. Necesitaba descanso. Le intrigaba ver unas luces en la casa de enfrente, casi junto a la de ella. En la novela que escribe, una mujer corre solitaria por la playa, se asemeja a Gala, pero no es Gala ¿adónde va? Seguirá corriendo por un tiempo más. En la casa de enfrente, hay alguien también escribiendo, supone Lila. Las luces están encendidas hasta altas horas de la noche como en su casa. Lila ve a un hombre sentado frente a una notebook, y escribe. Cada tanto va hasta la heladera y busca agua fría y la bebe. ¿Cuántas noches le está insumiendo la novela?pensaba. ¿Cuántas noches el mono se había escapado corriendo hacia la playa? Seguirá escribiendo hasta el amanecer, con las manos en el teclado y mirando cada tanto por la ventana. Está casi segura que el habitante de la casa de enfrente, es alguien solitario, lo ha visto llegar esa tarde de la playa empapado y cubierto de arena, la imaginación le agrega datos, como si fuera el personaje de su propia novela. Y en eso abre el libro de poemas y aparece uno manuscrito de Eluard, para leerlo hay que ir dando vuelta la página hacia un lado y a otro. À toute Épreuve. Commentaire. Es difícil entender el poema, pero no imposible, si es que un poema se puede entender, como si la razón lo hubiera escrito. Lila descansa. Por la mañana, una mujer llegará a golpearle la puerta. ¿De nuevo una investigación? ¿Podría contestar algo acerca del ahogado? ¿Cómo saberlo?

Entonces lee:

Le bonheur
un jour ou
l´autre,
de la mémoire
á la mort juste,
juste pour la naissance
. 2

¿Por qué había elegido leer a Paul Eluard mientras descansa de escribir la novela?

La luz de un relámpago asusta al mono y éste empieza a chillar y se esconde detrás de un sillón. A veces Lila se siente la madre adoptiva del mono, le asusta pensar que jamás crecerá, y siempre será un ser dependiente. Un animal no es como un hijo que uno lo siente nadar como
un pez adentro del cuerpo hasta que se transforma en un hombre y se va. Es toda una vida de cuidados, y un crecimiento. Un animal como el mono estará ahí por siempre cerca, como un niño travieso. Por suerte, piensa, su hijo ya es un hombre. Y de pronto está ahí con el niño, en un parque de Bremen, corriendo detrás, mientras él arrastra un auto de juguete con una cuerda. Y en el parque de Bremen hay flores, rosas, rojas, lilas, violetas, y ella da vueltas a ese parque corre detrás del niño, lo ve crecer, cambiar de tamaño, siguen dando vueltas y vueltas hasta que se hace la noche, y salen de ahí, los dos, para cruzar la calle, ya no van de la mano, porque él ya es un hombre alto, mucho más alto que ella y usa barba, y hasta se atreve a darle consejos, se despiden y él, sigue caminando rumbo a otro lugar.






1 Paul Eluard, Capitale de la douleur

2 Paul Eluard, À toute Épreuve. Commentaire



(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

viernes, 24 de febrero de 2012

Bajar al río

(Buenos Aires)

Dice la filósofa Agnes Heller en su libro “Teoría de los sentimientos” que el olvido emocional es el olvido de la capacidad de sentir o más exactamente el olvido de la capacidad de sentir algo o de sentir de determinada manera. Heller agrega que el olvido de ese “poder sentir”puede ser consciente, dolorosamente consciente o agradablemente consciente. Puede también, agrega la filósofa, ser inconsciente. Podemos olvidar nuestros sentimientos no reconociéndolos, como si los dejásemos “por el camino” agrega Heller y cita el cuento de Anton Chejov “El violín de Rothschild”. El cuento narra la historia de una de una vieja pareja, Yakov, un fabricante de ataúdes y su mujer, Marfa. Yakov es egoísta, avaro, desalmado se pasa la vida contando sus pérdidas. Pero algo produce un cambio en este personaje tan desagradable. Marfa enferma gravemente pero antes de morir recuerda y hace recordar a su marido que cincuenta años antes tuvieron un hijo, un niño de pelo rubio al que llevaban al río y debajo de un sauce cantaban canciones. Pero Yakov no lo recuerda. Piensa que es una fantasía, hasta que después de muerta su mujer, en un momento se acerca a la orilla del río y ve niños pescando cangrejos. Y ve el enorme y viejo sauce del que habló Marfa. Surge entonces en la memoria de Yakof el recuerdo lleno de vida del niño de rulos dorados y el sauce del que había hablado Marfa. Y Yakov se sorprende de no haber bajado al río en cincuenta años o si había venido no se había dado cuenta de ello . Yakov piensa entonces en todo lo que hubiera podido ganar con la vida del río: podría haber pescado y vender el pescado, podría haber tocado el violín y le hubieran dado monedas, podría haber trabajado con una lancha en el río lo que hubiera sido más provechoso que hacer ataúdes. Y varias cosas más. ¡Qué pérdidas, qué perdidas! se lamenta el personaje. Y se plantea una pregunta: ¿por qué la gente siempre hace lo que no se debe hacer? Tal vez haya que bajar al río para saber la respuesta.

(c) Araceli Otamendi