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martes, 2 de agosto de 2011

Extraños en la noche de Iemanjá - novela (fragmento)


-¿Quiénes eran sus nuevos amigos? - preguntó Mariana


- Eran varios, algunos artistas, fotógrafos, pintores. Cuando ellos venían a casa Willy se portaba como un maniático. Era desagradable, decía cosas horribles, si era invierno abría las ventanas, en verano las cerraba o hablaba de temas irritantes, para molestar.

- ¿Cuáles eran esos temas?

Marta parecía aliviada contando aquellas cosas y dijo:

- Hablaba mal de los artistas, a quienes consideraba unos vagos extravagantes, hablaba mal de todos

- No se salvaba nadie- dijo la detective y agregó: - ¿Alguna vez se hizo atender por un psicólogo?

- Algunas veces se atendió con una psicoanalista - contestó Marta.

- ¿Podría decirme el nombre de la psicoanalista?

- Creo que se llamaba Rosa, Rosa y algo más, no lo recuerdo bien.

Mariana pensó entonces que ahora sí podría atar algo más de un cabo suelto y que no había sido tan inútil la visita que le hizo a Rosa Té, la psicoanalista. Decidió seguir adelante con las preguntas.

- ¿Y usted cómo reaccionaba?

- Con un odio ciego, odiaba a Willy durante varios días cuando se comportaba así. Hasta que después me reconciliaba. Hasta que el odio volvía a aparecer.

También Mariana pensaba en el odio, esa pasión triste según Spinoza, el odio que vive en distintas formas y generalmente no se deja aprisionar por las palabras, tiene claroscuros como las fotografías, flujos, movimientos, como ese barco donde navegaban. El odio que viene a veces revestido con otro disfraz, como la envidia, que nunca viene vestida de envidia como decía Martin Amis en su autobiografía Experiencia...y de la que hay que alejarse ...
 
(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados