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sábado, 8 de enero de 2011

Extraños en la noche de Iemanjá (fragmento)


Novela Extraños en la noche de Iemanjá (fragmento)


La puerta de la casa de Lila estaba cerrada. El detective golpeó la puerta varias veces. Una luz tenue iluminaba la casa por dentro, parecía haber alguien, o tal vez ella había salido y había dejado la luz encendida. El sonido del mar acompañaba la brisa fresca de la mañana. Apenas había amanecido y un cielo azul con algunas líneas rosadas era el telón de fondo del paisaje.
Ludwig se acercó a la puerta. Se escuchaban los grititos del mono. En realidad Lila sí estaba en la casa pero se había acostado muy tarde y no tenía ganas de abrir. Se había quedado conversando con Alex, un artista de Buenos Aires, hasta la madrugada, en el bar de Pirata. En realidad a ella no le interesaban las pinturas de Alex pero sí le gustaba lo que él escribía y las fotografías. La pintura de Alex la aburría tremendamente.
El detective ya se iba caminando por la arena cuando Lila abrió la puerta. El mono salió a recibirlo y extendió la mano hacia él. Ludwig buscó en los bolsillos algo para darle, pero no tenía ni un caramelo. Lila lo detuvo: no hace falta, señor Ludwig, el mono ya comió.
Lila hizo pasar al detective al diminuto living de la casa. Estaba ordenado, no parecía haber nadie más adentro.
-          ¿Se sorprende?
-          Sí – contestó él
-          ¿Esperaba que estuviera acompañada?
El detective la miró a los ojos. Ella se mostraba tranquila e indiferente. Fue Lila la que dijo entonces:

-          Cuando escribo no necesito compañía, señor Ludwig.

-          ¿Por qué tiene este mono?

-          Es una historia larga, señor Ludwig. Me lo regaló una prima. Se iba a vivir a otro país y no tenía con quién dejarlo.

El detective no dijo nada. Se limitó a mirar las paredes de la casa y los muebles. Era un ambiente despojado, con muebles rústicos y unas cortinas. Los platos, la vajilla estaban a la vista. Caminó durante algunos momentos alrededor de la habitación. Se detuvo precisamente frente a una pintura. Miró la firma, decía: Alex.

-          ¿Lo pintó un amigo suyo?
-          Sí, Alex
-          ¿Qué significa?
-          Eso tendría que preguntárselo a él
-          ¿Y a usted, le gusta?

       No quería defraudar a su amigo así que no le contestó. Entonces el detective dijo:
     
-          A mí me parece un mamarracho.

-          Señor Ludwig, muchas personas tienen esa opinión acerca del arte moderno y posmoderno. Yo no puedo explicarle en dos palabras por qué colgué esta pintura en la casa y por qué Alex es un artista valioso. 


      El la indagó con la mirada. ¿Por qué mentía? ¿Por qué le decía que esa pintura le gustaba aunque seguramente tenía la misma opinión que él? Eran dos rayas de colores y un círculo en el centro. Luego un cuadrado arriba y un pedazo de papel de diario pegado, un poco de arena y hasta parecía que le habían pegado barro encima.

El detective pensó que hasta él podía confeccionar un cuadro así, tal vez mejor. Y hasta le hubiera puesto piedras de colores, hojas de plantas y flores , todo en el mismo lugar.

-          ¿Por qué no cambiamos de tema, señor Ludwig?

 El detective miró entonces la notebook donde Lila había estado escribiendo hasta su llegada. Ella se anticipó:

-          Estoy escribiendo una novela, señor Ludwig.

El se quedó mirando fijamente a Lila, con los ojos redondos y claros, tal vez hubiera querido decirle muchas cosas en ese momento…

(c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados  

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