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jueves, 29 de julio de 2010

domingo, 25 de julio de 2010

Cuento El filicidio publicado en Literatura del mañana

El filicidio

Madrid, 1933. Noche. Doña Aurora se ata los cordones de los zapatos, acomoda el vestido. En uno de los bolsillos del ancho pollerón guarda la pistola cargada. Se acomoda el pelo y camina por la casa como si nada fuera a ocurrir.
En una de las habitaciones, la más grande y lejos del comedor, Hildegard, la hija de doña Aurora duerme. Ha preparado la conferencia sobre eugenesia que debe pronunciar al día siguiente. Está cansada y duerme. Sin adivinar que su madre, doña Aurora, percibe su respiración unos metros más allá. Hildegard, hija querida, me traicionaste, piensa Aurora mientras calibra en la mano el revólver que disparará minutos después. En mi vientre te engendré, para vengarme del absurdo destino que me negó tantas cosas: posición, apellido, fama, estudios. No tuviste padre, sólo progenitor. Tuve una hija sin ansiar nunca goces sexuales, al sólo efecto de vengarme de la realidad, y ella, que había logrado hacer lo que yo no pude me traiciona así, con un infeliz, un escribiente que trabaja en el despacho de un cagatintas. Apenas abre la puerta del dormitorio, Doña Aurora dispara cerca de la sien de Hildegard, descerrajándole el tiro mortal.

(c) Araceli Otamendi








http://literaturadart.blogspot.com/2010/07/autoras-de-relatos-breves-de-suspense.html

jueves, 15 de julio de 2010

Extraños en la noche de Iemanjá - Capítulo 5 (fragmento)





En ese momento Leonor y Ludwig se sorprendieron y cada uno buscó  la misma expresión de sorpresa en los ojos del otro,  el agua había llegado hasta adentro del círculo de sombra que los protegía y Ludwig preguntó: 
                   - ¿Quiere que lleve la sombrilla más cerca de los médanos? 
                   La mujer asintió agradecida mientras el detective desenterraba el soporte metálico y plegaba la sombrilla. El albatros nadaba a unos cien metros de la playa y Ludwig decidió que era el momento de insistir con su preguntas. 
                    - ¿Hace mucho que está en esta playa, Leonor?
                    - ¿Cómo sabe mi nombre?
                     - Ya le dije que soy guía de turismo y conversando con los turistas se saben muchas cosas.
                     Leonor lo miraba con desconfianza y dijo: 
                    - Paso todo el verano aquí
                    - Entonces debe conocer a muchas personas que veranean en este lugar - contestó el detective.
                    - No muchas señor Ludwig, pero usted a mí no me engaña.  Usted es policía. Yo ya soy vieja y le digo en la cara lo que pienso.
                     - Cálmese, Leonor, cálmese. Sólo quiero saber algo.
                     - Está bien - dijo Leonor mientras los dos caminaban hacia los médanos. El sol hacía arder la piel y la arena caliente quemaba las plantas de los pies. Ludwig volvió a enterrar el soporte metálico en la arena y desplegó la sombrilla. Los dos se sentaron. 
                       - Señor Ludwig le voy a decir una sola cosa: si alguien quiere saber algo de este lugar tiene que ir a ver a Mirinha, la tarotista y vidente, Esquina del viento y calle dos.
                        - Esquina del viento y calle dos - repitió Ludwig.
                        El círculo de sombra se había achicado y los dos, Ludwig y la mujer estaban protegidos por él. Un viento cálido soplaba con fuerza desde los médanos.
El detective no se preguntó  por qué Leonor conocía a Mirinha, si tal vez se habría hecho leer el futuro por esa mujer. Pero Leonor sí se lo preguntaba, porque había perdido la cuenta de las veces que indagó al futuro para saber cuánto tiempo le quedaba. Tenía una extraña sonrisa triste cuando pensaba esto y ahora, bajo la sombrilla continuaba arrojando los buzios al aire. Ludwig la miraba.  
                           - "Todo el mundo y todas las cosas son parte de la vida, pero, cuando se han sumado todos, todavía falta no sé qué para que sea vida" - dijo Leonor
                          
                            - Hemingway - dijo Ludwig 
                            - Frío, señor Ludwig, frío - contestó Leonor y después dijo: "No es gris el mundo, sino falto de lascivia, el ligero sueño de bambú de la inocencia suave como la superficie de una cuchara"
                            - Capote - insistió Ludwig 
                            Leonor soltó una carcajada y Ludwig la miró. ¿De qué diablos hablaba esta mujer? ¿de qué hablarían con el amante? Eso se lo preguntaba casi siempre cuando veía una pareja. Porque él casi nunca sabía de qué hablar con una mujer, especialmente cuando estaba casado. El alegre gusano de la juventud ya no lo carcomía. Se sentía joven pero no tanto como para hacer algunas locuras.  Aunque muchas veces las hacía.  
                         Ludwig  agradeció el dato a Leonor  y se alejó  caminando por la playa. Caminaba por el borde de la arena mojada pisando las puntillas blancas de espuma. El mar era verde unido a un cielo azul intenso donde el sol, en lo más alto parecía penetrar en las cabezas llenándolo todo de luz a tal punto que parecía enceguecer. Cerca del horizonte se veía una franja azul más oscura que el azul cobalto del cielo. Visto desde arriba el paisaje podría parecerse a un cuadro de David Hockney con sus planos de colores intensos reclamando cada uno su propio espacio.  
                    
                            - Vaya a ver a Mirinha, la vidente. Ella sabe todo lo que ocurre en este lugar - volvió a decir Leonor. Ludwig se despidió entonces de la mujer, tomó el bollo del pantalón, la camisa y los zapatos y se fue caminando por el borde de la arena pisando las puntillas blancas de espuma. Ludwig aún no se había puesto los zapatos y la arena ardía. Se sentía en armonía consigo mismo, sentía el orden vivo de la continuidad de la existencia. Creía no recordar un estado así. Ahora la mirada de Ludwig se posó en un pájaro recostado en la arena mojada. Parecía una gaviota. El detective se agachó y lo tomó en sus manos. Lo sostuvo durante unos minutos. Sentía las plumas frías y el corazón del animal palpitando. El pájaro empezó a moverse en las manos del detective. Movía las alas y Ludwig iba a soltarlo pero antes formuló en silencio tres deseos.  


(c) Araceli Otamendi- Todos los derechos reservados

Extraños en la noche de Iemanjá - Capítulo 6 (fragmento)

                             


El primero de los deseos de Ludwig fue que se cumpliera uno de sus sueños recurrentes: una mujer le entregaba un papel con símbolos que él no podía descifrar. Tal vez fuera un mensaje. En todo caso era imposible descifrarlo sin ayuda. Al final del sueño alguien le descubría el significado. El segundo deseo era terminar de una vez y para siempre la investigación del caso de Willy Agastizábal. El tercero era ver a Mónica, su ex- mujer cuanto antes y hablar con ella. Y mientras sentía  las plumas cálidas del pájaro  entre sus manos cerró los ojos y pensó en los tres deseos varias veces. Después, el detective abrió sus manos y dejó volar al pájaro quien se alejó hacia el mar. Se había llevado en su vuelo sus deseos más secretos, esos que no deben contarse a nadie.
                            Ludwig sintió que la arena caliente le quemaba los pies y se puso los zapatos. Ahora, caminando por la playa escuchaba el murmullo del viento y le parecía que le susurraba palabras en los oídos. ¿Qué clase de palabras podría murmurarle el viento al oído? ¿No eran acaso más que voces llegadas de lejos, tal vez con respuestas? ¿Qué estaba haciendo en esa playa? ¿A quién le importaba el asesinato, si es que lo era, del hombre ahogado? Nadie sabía nada, nadie lo había visto y si lo sabían o lo habían visto lo ocultaban. ¿Y si no hubiera sido un asesinato sino un suicidio?
                           
 (c) Araceli Otamendi - Todos los derechos reservados

domingo, 4 de julio de 2010

La muñeca de cristal o la fragilidad de las cosas



La muñeca de cristal o la fragilidad de las cosas

El estado de gravidez o la panza, como se prefiera, es avanzado. Falta poco para el nacimiento, es una extraña sensación de que voy a reventar, mi panza explotará y quedaré vacía aunque tendré como compensación en mis manos un niño o una niña  ¿Cómo será?
A duras penas puedo salir a la calle y detener un taxi. Antes, una mujer no ha dejado de tocar el timbre, de llamarme por teléfono, de encararme en la calle … pero ¿quién es? Me he escapado de ella y aquí estoy camino a la clínica. Siento las patadas muy adentro, las contracciones, son cada vez más fuertes, me duele la espalda y no sé si voy a llegar a tiempo. No se preocupe, no me mire así, no lo voy a tener aquí adentro, no le voy a ensuciar el tapizado de su auto pero apúrese…

Las contracciones son muy fuertes, doctor. Va a nacer enseguida, dice. La veo, la he visto a través de la piel, digo. La piel de mi panza es transparente como un papel de celofán. La he visto y ya sé como es, aunque usted todavía no la vea, doctor. Es preciosa, es como una muñeca. ¡Fantasías! La imaginación vuela. ¿Por qué tengo que explicarle a usted cómo la he visto? La cabecita es redonda y el cuerpo se parece a un muñeco, lleno de curvas. ¿Y tiene manos? ¿y tiene pies? Es preciosa le digo, porque la he visto, ella es rosada, redonda, bellísima.  Las contracciones son cada vez más seguidas y va naciendo, doctor, no la deje caer, ya sale, ya sale… ya salió.

¡Es una muñeca! Sí, es una muñeca. He parido una muñeca de cristal. Redonda, chiquita, preciosa, la cabeza es como  una naranja, transparente. Mueve los ojos, ¿los mueve? Pero señor ¿de qué se asombra? Si es una muñeca de cristal, nada más. Mírele las manos, ah, pero…una de las manos ¿qué ha pasado? Es que se ha roto, se ha roto la pequeña mano. El doctor tiene la solución: la pegaremos con un pegamento especial y todo se va a solucionar, todo.
¿Se solucionará? Todo se va a solucionar …

El pegado de la mano al bracito se realiza sin mayores dificultades. Todo es cuestión de esperar. No me parece raro haber parido una muñeca de cristal, tan redonda y bella. Es transparente y hasta podría estar en una vitrina, pero no la pondría ahí, se moriría, necesita respirar, está viva. Hay que darle de comer y enseguida empieza a mamar y luego llora, grita, y otras cosas más. ¡Hermosa muñequita mía! Te miro embelesada, soy tu mamá. Mirémonos al espejo. ¡Qué belleza, hermosita! ¡qué belleza! Nunca había soñado con una muñeca así y ahora la tengo, hermosita, linda, muñequita de mamá. ¿qué te pasa?
Me siento extraña. He parido una muñeca de cristal que come, duerme, se ensucia, llora, grita. ¡Ay, cómo duele! Y ¡qué vacía estoy ahora sin la muñeca en mi panza!

Pero tengo la compensación en mis manos, en mis brazos, es esta muñeca de cristal que dormida se parece a una muñeca que tuve alguna vez, cuando era niña y me gustaba jugar a las muñecas. ¿Te hacía dormir, te acordás? Dormías junto a mi, al lado de mi panza, tapada con las sábanas. Juntas dormíamos las dos. Te apretaba fuerte cuando los maullidos sonaban durante la noche en el techo. Aquella noche, antes de la mudanza,  cuando todos los objetos estaban contenidos en cajas, cómo maullaban, Dios mío, cómo maullaban, parecían bestias salvajes corriendo de un lado al otro de la casa. Tenía miedo, la oscuridad, sombras en el jardín y los maullidos entonces te tomé muy fuerte para que me acompañaras hasta que amaneciera y los gritos de los gatos se callaran definitivamente.

Pero después me hice grande y te olvidé, te quedaste sentada en la cama o en alguna silla, después de la mudanza perdiste tu significado y no sé qué lugar ocupaste, pero ya no era el mismo de antes.
Y ahora, no sé si es el recuerdo o la niña que ha empezado a llorar otra vez lo que me impulsa a buscar ese juguete viejo y comparar su imagen con la que tengo guardada en la memoria.
He tenido una muñeca de cristal, la he parido en mi imaginación y en mi sueño se devela como una niña de carne y hueso. Y en mi realidad se devela como una muñeca de cristal, como un sueño. Extraño sueño éste, como extraña e impredecible es también la realidad.


© Araceli Otamendi
Julio de 2010

imagen: Mimmo Paladino
Senza titolo, 1998
óleo sobre tela
cm 132 x 94
Colección Caleffi 
(de la muestra La Transvanguardia italiana en la Fundación Proa)